Comentario
Al norte, Kursk y Leningrado, llegaba más tarde la primavera y el suelo duro permitía el movimiento de las tropas. Los soviéticos pusieron también en este amplio frente en graves apuros a los alemanes. Los ejércitos centro (von Kluge) y norte (von Küchler) cubrían un complejo frente lleno de curvas, ríos, pantanos, salientes, etc, de más de 1.400 kilómetros con 117 divisiones (de ellas 9 blindadas y 8 mecanizadas). Si tenemos en cuenta que una parte importante de esas fuerzas se ocupaba del asedio de Leningrado, en un frente muy activo, y que otra parte sustancial ocupaban los salientes de Demiansk y de Gjatzk (este último frente a Moscú, a poco más de 125 kilómetros en línea recta), tendremos que el resto de la línea alemana estaba muy pobremente guarnecida.
Kluge había pedido reiteradamente a Hitler que se redujeran tales salientes, que no aportaban ventajas sustanciales y que, sin embargo, sometían a un continuo peligro a todo el frente. El Führer no quiso atender a razones, hasta que se produjo el desastre en su frente sur y hasta que, en enero de 1943, los ejércitos soviéticos del norte (Frentes de Volkov y de Leningrado, mariscal Voroshilov y Frente de Kalinin, mariscal Yeremenko) entraron en fuerte actividad.
Mientras el segundo destrozaba a la guarnición de Velikie-Luki (sólo 120 supervivientes de 7.000 hombres), el primero atacaba el saliente alemán del lago Ladoga, posición tenida como altamente expuesta, pero conservada porque cerraba el asedio de Leningrado y desde ella batía la artillería nazi la "carretera de la vida", que permitía la supervivencia de la ciudad.
El 12 de enero, desde Leningrado y desde el Volkov atacaron los soviéticos con unos 120.000 hombres, apoyados por no menos de 5.000 cañones, obuses y morteros y medio millar de carros; las fuerzas alemanas -entre las que se hallaban la División Azul- combatieron en proporción de 1 a 3 con gran pericia y valor, pero al cabo de una semana fueron derrotados y los dos ejércitos soviéticos enlazaron en Schlusselburg. El 18 de enero, la población de Leningrado, que había resistido 17 meses de tremendo asedio y privaciones apocalípticas, festejó en la calle la ruptura del cerco. El 6 de febrero llegaban a la martirizada ciudad los primeros trenes que la unían con el resto de la URSS. Leningrado aún seguiría sufriendo durante un año más la presión alemana, pero ya no volvió a ser cercada.